Hace unos años un mecánico de bicicletas de quien aprendí un montón, me comentaba mitad en broma, mitad en serio sobre el terror que le daba la gente con experiencia en mecánica automotriz que metía las manos en las bicis.
La conclusión general era que las habilidades que uno aprende metiendo mano en los autos son fabulosas, pero no necesariamente se pueden transferir al mundo de las bicis. Las dos cosas que a él le deschavaban al "meca" de autos: mucho torque en todos los tornillos y la transmisión destruida por productos con agentes químicos muy agresivos.
El grado de de agresión que sufren los materiales de un auto es enorme; hay que considerar nomás la temperatura a la que trabajan las partes, más el desgaste por fricción combinada con la mugre que se deposita en motores, cajas, suspensiones, etc.
En la bici todo es más delicado, hay montones de partes de plástico, el esfuerzo al que se someten las piezas es muchísimo menor y las temperaturas a las que trabajan las partes móviles no tienen punto de comparación.
Nadie (o casi nadie, debería decir por las dudas) limpia el motor o la suspensión del coche todos los meses, pero a la bici nos gusta mantenerla prolijita y limpia todo el tiempo.
Después de una salida muy sucia (Tahona con barro o mucha arena, p.ej) se justifica lavar con agua y jabón para cuidar la transmisión y la suspensión y repasar la lubricación de cadena y descarriladores.
Pero hay que tener cuidado de no usar productos extremadamente agresivos que están diseñados para otro tipo de materiales y otro tipo de maltrato.
Considerando lo que nos cuestan las bicicletas y lo que piden por cualquier componente, no hay que ahorrar cariño a la hora de elegir que usamos para mantenerlas.