Como dije antes, no se trata de una crítica; simplemente es que en el video se muestra una situación que observo en montones de salidas grupales que hago y algunos miles de kilómetros que recorro al año: los manillares de algunos ciclistas parecen un escritorio: luces, espejitos, computadoras, navegadores GPS, smartphones, remotos, etc.
Es una cuestión de gustos y preferencias personales, pero en mi opinión, cuando uno desvía la atención hacia sonidos o imágenes en las pantallas, se enfrenta a dos situaciones que no son del todo compatibles con el ciclismo tanto de ruta como de montaña.
La primera es una cuestión de seguridad:
Tanto en el asfalto como en los trillos si uno no mantiene cierta concentración y no mira por donde va, se arriesga a tener un accidente.
A 20km/h las cosas pasan más rápido de lo que uno cree; en un cálculo rápido, a esa velocidad uno recorre unos 5,5 metros por segundo. Dependiendo de la edad, reflejos y grado de concentración, cualquier distracción visual puede implicar unos cuantos metros recorridos sin ver lo que pasa.
El tema de los auriculares es muy delicado y reconozco ser de los que escucha música todo el tiempo, excepto cuando ando en bici.
Cuando el audio va directamente al oído mediante auriculares, inevitablemente ahoga otros ruidos alrededor. Si uno va en bici en medio del tránsito, escuchar el ruido de los motores puede resultar esencial, porque uno de los mecanismos de defensa que tenemos para anticipar algunos problemas es precisamente el oido.
Todos los días veo gente corriendo, o en el gimnasio que tienen los auriculares bien calzados y la música al mango; otros haciendo spinning o alguna otra máquina estacionaria que miran videos, contestan e-mails, o hablan por teléfono; está fenomenal, pero cuando bajás al pavimento es mucho más seguro que tus ojos y tus oídos estén lo más enchufados posible a todo lo que te rodea.
La segunda tiene que ver con la experiencia de hacer ciclismo, solos o en grupo:
Como dije antes, es personal, pero hay algo que me resulta espectacular andando en bici y es la música de los neumáticos en el piso, el zumbido de la cadena deslizándose en la transmisión, el ritmo de los pedales y mi respiración que sigue el compás de la velocidad y la inclinación del terreno.
Yo paso muchas horas enchufado a pantallas, teléfonos, mensajes, problemas míos y ajenos; cuando me subo a la bici siento que me escapo de todas esas pelotudeces y por un rato lo único que escucho es el ruido de mi "motor". Montones de veces salgo solo por una hora o menos para desconectarme de todo y sentir esa sensación de libertad que muchas veces hasta me aclara la cabeza.
Cuando salgo en grupo, todo se multiplica. Bromas, risas, los distintos ritmos de las respiraciones que delatan como algunos andan muy fuerte y otros vienen sufriendo para seguir el paso. Uno se escucha a si mismo y escucha a los demás y disfruta de lo que ve y lo que lo rodea.
Es completamente personal, insisto.
Mis manillares van cada vez más limpios y en la pantalla de mi ciclocomputadora el número que manda es la frecuencia cardíaca (para que mi médico no se enoje...). Después en casa, bajo los datos, miro las estadísticas y subo los datos a Strava para seguir la diversión con la barra de amigos y prolongar las cargadas entre los que andan más fuerte y los especialistas en excusas.
En mi caso particular, la conexión más importante que descubrí andando en bici es con otra gente. Que como dice
@Daniel Facciolli, no tiene precio.